De todos es sabido que la quema de los combustibles fósiles, fuentes de energía, conlleva efectos altamente perjudiciales para el medio ambiente y la salud de las personas -además de elevados costes económicos-, al producir varios gases, como dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno, dióxido de carbono y otros compuestos orgánicos volátiles, contribuyendo así a la acumulación de gases de efecto invernadero.
Ya en 2012, según estimación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta contaminación provocaba cada años 3 millones de muertes prematuras en todo el mundo, produciéndose el 88% de estas defunciones en países de ingresos bajos y medianos donde las Directrices dadas por la OMS sobre la calidad del aire no se respetaban.
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