La situación de Correos requiere lucidez y sensibilidad al timón, pero ante todo que el GOBIERNO entienda que, una vez asumido el error, hace falta IMPULSAR LA SOLUCIÓN

En Correos antiguamente, en las carterías, había una élite de carteros autodidactas denominados sabios porque tenían un conocimiento especial de las tareas de clasificación previa de la correspondencia. En estos tiempos prolifera otra especie: los «sabiondos» (proliferan especialmente en redes) y se dedican a impartir enseñanzas, utilizando lugares comunes, argumentos superficiales, verdades a medias y grandes dosis de demagogia, apoyando un relato construido como un mantra para que, sean cuales sean las premisas que se utilicen, se alcance siempre la misma conclusión.

Uno de los mantras de moda en estos últimos tiempos y copiado por algún sindicato, es el de que todos los males actuales de Correos derivan de su conversión en Sociedad Anónima, desastre del que fueron «cómplices» UGT y CCOO. No resulta difícil argumentar contra un relato construido con tal falta de rigor intelectual (y ético, todo hay que decirlo), elaborado para sostener una conclusión a priori que, quienes vivieron aquellos años, saben que es simplemente una falacia. Bastaría con revisar las hemerotecas sindicales de la época para verificar quien era quien. Pero a la palabrería conviene oponer afirmaciones basadas en hechos y datos. No es cierto que Correos lleve perdiendo personal de «manera sostenida» en lo que va de siglo XXI. En Correos el empleo se ha ido perdiendo en los últimos tiempos por una deficiente o “malintencionada” forma de gestionar, no por el marco jurídico. Y ese problema y esa inercia de gestión lo hemos venido denunciando todos (todos) los sindicatos.

En el año 2000, la plantilla media de Correos ascendía a un total de 63.753 efectivos. En el año 2007 como consecuencia de las distintas consolidaciones de empleo (después de la creación de la SAE), los efectivos medios ascendían a un total de 66.463.  El coste de personal en el año 2001 fue de 1.085 millones de euros. En 2007 el gasto se elevaba a 1.559 millones, un 44% de aumento a lo largo del periodo, ligado al aumento del empleo. Esto fue posible, en gran medida, gracias al espectacular aumento de los ingresos de explotación que pasaron de 1.493 millones en 2001 a 2.107 en 2007, un 41% de incremento en un periodo que encadenó 9 años de resultados positivos, lo que viene a demostrar que el servicio público postal no tiene por qué ser deficitario cuando está bien gestionado. Por el contrario, algunos de los que ahora hacen una interpretación torticera e interesada de la historia callan como muertos ante el desastre ocurrido en los últimos cinco años con la gestión de Serrano.

La oposición de UGT y CCOO al desguace de Correos para reconvertirlo en un DHL paquetero porque lo postal «había muerto» (ver declaraciones de Serrano en los medios) se tradujo en otro “mantra” maledicente difundido por el propio Serrano y al alimón por algún sindicato confundido/o/dirigido. El mantra consistía en transmitir a través de alguna corresponsalía sindical que “la crítica al desguace de Serrano era una simple lucha de poder sindical”. Y hasta aquí llegó la riada.

Podríamos decir, siguiendo el estilo de la época, que alguna expresión sindical rozó la bufonada pero lo dejaremos en una ridícula, exacerbada, absurda (ó teledirigida?) actitud de equivocada competencia sindical, por cuanto uno puede criticar lo que quiera desde el ejercicio de autonomía sindical pero es difícil tener crédito si la crítica se hace mientras se le baila el agua y se es comparsa de alguien que está dinamitando Correos por dentro y por fuera. Por supuesto que quien se sienta aludido lo negará, pero entonces tiene que explicar qué ha hecho para evitar la casi «ruina» en la que Serrano ha dejado a Correos (1.200 millones de €, que se sepa, sin contar el endeudamiento bancario). Esta es una realidad que ningún sindicato puede esconder porque se puede saber de fuentes y organismos oficiales de control al efecto.

Así que, quien interpretaba nuestra oposición al desguace de Serrano nos podría iluminar ahora: ¿qué se hace en una empresa que, estando en equilibrio financiero en 2018, se encuentra en 2024 con que apenas ingresa lo que suponen los gastos de personal, que acumula ese agujero descomunal de déficit y de deuda bancaria? ¿es el Plan Estratégico de desguace que dejó en herencia el responsable de la ruina el elixir mágico para rescatar a Correos del hundimiento? tal como propone alguien que tiene razones para mirarse al espejo antes de hablar de este asunto. Sería oportuno que lo explique quien ha permitido o visto pasar delante y sin decir nada que, con una cifra de negocio similar a la de 2001 y con el formidable déficit que se iba acumulando, hayan existido entre 2018/2023 unos niveles de despilfarro sin precedentes en la historia reciente de Correos (comunicación, consultoras, patrocinios, aplicaciones, Correos Cargo, Correos Market, y un largo etcétera). Y encima todo ello con una hipertrofiada estructura directiva repleta de paracaidistas externos reclutados con criterios (arbitrarios, discrecionales ¿familiares?) y un montón de cadáveres (o supervivientes callados como muertos para no engrosar el cementerio) de profesionales pastalones que no le bailaban el agua al poder reinante.

Es cierto que con el cese de Serrano (y la práctica totalidad de su Comité de Dirección) no se han acabado los problemas de Correos. Sí lo es, en cualquier caso, que su marcha era condición necesaria para sentar las bases de un cambio de rumbo que seguiremos exigiendo al actual presidente, exactamente igual que lo hicimos con el anterior: «discusión del modelo y la financiación del servicio postal público, plan estratégico que defina las líneas de actuación para los próximos años y marco laboral que blinde las conquistas y avance en los derechos laborales de empleadas y empleados«. Esa ha sido, es y será, siempre, nuestra posición ante este y cualesquiera otros presidentes, tengan el color que tengan. Y en eso estamos. Ahora le toca mover ficha no solo a Correos y a la SEPI sino al Gobierno, que ya ha rectificado en cuanto a la gobernanza y reconocido el problema existente, pero que debería estar a la altura a la hora de avalar y de impulsar un plan de rescate serio y solvente al nivel del problema de Correos. Nos lo merecemos todos. Los que hemos estado cinco años advirtiendo el desastre e incluso los que no se dieron cuenta de lo que se estaba perpetrando en las alturas con dolo y engaño. Pero, sobre todo, los trabajadores.

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