Tieso como un palo, clavado como una lanza, inmóvil como una torre de ajedrez. Así se quedaba el cartero de Neruda cuando entregaba una carta, y así se qued a el cartero Pablo al llamar a las puertas de las casas madrileñas durante el estado de alarma.

“No me abre na die, hay días que salgo con 60 notificaciones para repartir y vuelvo con 55”, explica Pablo a Newtral.es, un cartero que no puede entregar “casi nada”.

Pablo define su trabajo en Correos durante el periodo de pandemia como un ‘sinsentido’: “La carta como mensaje ha desaparecido, no tiene mucho sentido que estemos llevando facturas de bancos o de agua, todos nos comunicamos por teléfono o por correo”.

Cartas certificadas

Este empleado de Correos sustituye a sus compañeros contagiados de coronavirus que ahora no pueden repartir las cartas certificadas, como notificaciones del Ayuntamiento o multas.

A pesar del riesgo de contagiar y ser contagiado, durante las primeras semanas del estado de alarma Pablo hizo su trabajo sin equipos de protección individual.

“Ahora no se tienen que firmar las cartas certificadas, pero voy a casas y pido el DNI, hay contacto con las personas”, explica Pablo, sorprendido por tener que entregar notificaciones que después no se pueden gestionar debido a las medidas de confinamiento.

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